Carbón y aire
Después de ti
Velé en dos carbones de santuario
hasta que el anfitrión de la noche perdió tus ojos
entre tanto diamante en bruto
Ya no hay flamas detrás de tus párpados, lo sé,
te ha sorprendido la vida con tus brazos intactos y cuidados
con tus libretas libres de polvo en la habitación fresca,
y es triste que un día te llamará ese suéter
donde el amor es un perfume imposible de lavar,
y sacarás la ropa con cuidado, una por una de su cesto en la azotea
y una a una las pinzas se te enredarán entre las sábanas
bajo un cielo que es tu casa, insistes, que es tu padre,
cortarás luego en tu sala una manzana con esmero.
Un día tu prisa morirá bajo la lluvia
como un camino que detiene su marcha
y tu garganta cantará en la madrugada
lo que la almohada reza sin tregua en el oído.
Todo el día será canto.
El ave que sobrevuela la ciudad pintará un gris
como dos aguas que de pronto se mezclan
en alta, trémula y callada plata
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