Soy una montaña, ay, soy una montaña
porque todos nos parecemos a nuestras ciudades.
Soy un árbol, nieto de árboles, un hijo adoptivo, quizás un impostor,
quisiera ser el huésped más estable.
Me autonombro embajador, enemigo de las máquinas, de las destrucciones forasteras.
Soy un vigilante, un centinela, un velador, hijo de ciudad,
de sus ubres que me dieron juventud, de sus pastos verdes, tremendamente verdes.
No tengas hijos, madre, por unos días no, ten una laguna blanca y estrellada
por lo menos en un viaje, ten unas flores,
el mensaje adentro del cuello de las flores: ese mensaje es para ti
y es toda la noche y sonríes.
Yo aquí voy, mitad huérfano, pero a paso seguro, sin perderme, por el mismo camino.
Toma, soy una alcachofa, aquí dice: toma una parte y cómela.
No habremos de dejar de sentir,
somos como un pulpo que separó sus partes al caer sobre nosotros una extraña
guillotina.
Somos un resto de tentáculos amantes.
Ah qué agitación en este mar, en este mar interno en este mar,
en esta punta de la ola. Toma, ve mi corazón, detente,
cuando te asustes voltea a ver mi corazón,
veo en tus ojos que sabes de qué hablo,
cuando te asustes voltea a ver.
El amor es una daga blanca en estos tiempos
una zona precaria, un cuerpo sin piel
blando y soleado como los moluscos
una persistencia de la frente, una voluntad,
La Voluntad:
Tambor que cruza la calle a paso seguro,
son las compras del supermercado, las compras diarias,
las caminatas diarias bajo el sol.
Hay una sombra en mi boca, una rosa aplastada, un sentimiento enorme
de ombligo umbilical, hay una navaja que no sale en cada mano
un alfanje mortal, hay terror para los forasteros,
hay un rifle apuntando desde mi ventana, unos puños recios como la sal,
como la sangre, como el interior amargo en las fosas nasales,
como la prueba final, como el momento definitivo para dos, como la carne enredada,
como el momento más real.
Hay unos puños en mis ojos, hay unas dagas, duermo con espadas, soy un jardín de
armas
soy un aire irisado de peligro, un cuerpo acostumbrado a respirar un aire que quema,
que exhala fuego en las narices, que mira, acecha, tiembla, y está alerta,
que siempre sabe cómo actuar.
Soy hijo de ciudad, defensor de mi cuarto y de mi casa, soy el centinela,
los pies pesados. Soy quien está al acecho, soy quien tiene el control.