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martes, 20 de julio de 2021

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 Una vez me comí el telson, el caparazón y todo

de unos bichos al mojo de ajo 

y no sólo degusté un plato sino dos y unos plátanos fritos 

antes de ir al mar

de ir a caminar por la orilla difuminada prenocturna 

con las amigas que acababan de llegar

                                  [Poseidón no existe]

No diré aquella noche la pasé mal

hasta vimos una película de terror.

Dormí, como se puede dormir en costa, 

asaltado por múltiples espabilaciones

sudando leve junto a un cuerpo. 

Hasta qué el sol secó mis ojos como a dos tazas vacías. 

el regreso fue de noche y fue calmo, 

la carretera con sus luces que mantienen en vilo,

Ya no cargamos gasolina. 

Regresé a mi casa satisfecho en todos sentidos,

hasta quemado. 

Un éxito.

Pero me fue difícil descansar a gusto, 

cuando lo natural hubiera sido que el cansancio me venciera.

Más tarde, rayando el sol,

me acució el vómito y el tesnemo:

los caparazones no habían sido vencidos por mi boa constrictor

ni los telsons: 

casi enteros salían los triunfantes camarones 

devueltos al agua, victoriosos, reencarnantes, 

en busca de su nuevo cuerpo 

con todo y mi alma. 

Mi valiente amiga igualmente sufría

no la venganza marina sino la apolínea

era una blonda y recta quemadura, 

hasta el color crustácico.

La compadecí desde mi cuarto

                                  [Poseidón son seres diminutos].

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